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Expedición humanitaria cardiológica en Mozambique
Una tarde de octubre como otra cualquiera, en la lanzadera de AXA camino de casa, Pilar, responsable de AXA de Corazón, me comentó que como voluntaria del 2018 me invitaban a formar parte de la Expedición a Mozambique con el doctor Brugada para realizar operaciones de arritmias coronarias en dos hospitales de la capital, Maputo.
Unos días más tarde, en mi cabeza no paraban de dar vueltas “Mozambique”, “Maputo” y “operaciones de corazón”, así que me puse a buscar información sobre ello y decidí contárselo a mis hermanas y a mi responsable. Todos me dieron la misma respuesta: no puedes decir que no.
Tras este encuentro y posterior reflexión, unos días más tarde, en otro viaje de lanzadera, Pilar se acercó a mí y me dijo “¿Qué? Al final vas a Maputo ¿no?”. Me comentó además que en esta ocasión no podría viajar conmigo, y que la salida sería el día 1 de enero. En mi cabeza resonaba la respuesta de mis hermanas, “no puedes decir que no”.
Así que poco a poco fueron pasando los días y yo fui haciéndome a la idea de mi inminente viaje solidario. Comencé el papeleo, la compra de billetes, la obtención de las visas, las vacunaciones, a recopilar el material para llevar, etc.
Aunque me dijeron que las vacunas no eran obligatorias, finalmente acabaron poniéndome la del tétanos, hepatitis A y B, meningococo y la fiebre tifoidea. Y porque dije “basta”, que de la malaria ya me encargaba yo con los repelentes, ¡porque si no hubiera tenido más!
Una vez puestas las correspondientes vacunas aparqué mis pensamientos acerca del viaje, ya que conforme se acercaba el cierre del año el nivel de trabajo aumentaba y tampoco tenía tiempo para pensar. Casi sin darme cuenta llegó la cena de Nochebuena, la reunión familiar, los regalos de Papá Noel, y, al fin, la Nochevieja. Y yo seguía atareada con mil cosas… ¿qué cenamos? “Ya más adelante pensaré en Maputo”. Y tan solo unas horas después ya estaba yo intentando cerrar mi maleta para emprender la gran aventura a tierras mozambiqueñas.
Día 1
Yo creía que el día 1 de enero Madrid estaría vacío, y el aeropuerto también, que pasar el control sería coser y cantar… ya. Eso creía yo, pero me equivocaba. ¡¿Qué hace tanta gente un 1 de enero en el aeropuerto?!
A pesar de todo trato de mantener la calma, ya que lo más importante es no “menear” mucho la maleta para que no salten por los aires los balones, las gorras, las camisetas, los bolígrafos, los tebeos (en portugués) y el ordenador que llevamos para los niños, todo metido a presión.
-Señora, no puede facturar el ordenador, las baterías de litio no pueden ir dentro del equipaje.
- Ya, pero dos ordenadores en el equipaje de mano son muy pesados.
- No hay excepciones que valgan.
Así que no me queda más remedio que hacer caso al personal de seguridad y facturar los ordenadores para poder pasar el control y montar en el avión. Y, siete horas después, llegamos en Doha, donde nuestro vuelo hace escala. Tras esta escala, llegamos a Maputo, en total 15 horas de vuelo y un día más tarde.
Esta misma tarde vamos al ICOR, el Instituto Do Coração, un hospital privado creado hace más de 20 años con financiación de empresas e instituciones europeas, y que atiende problemas de corazón tanto en pacientes que pueden pagar sus tratamientos como para pacientes sin recursos.
¿Alguien dijo sueño? No, ¡estás en África! Así que lo primero que hacemos es revisar la lista de pacientes que se van a tratar en los próximos 3 días, un total de 18 (que acabarían siendo más). Cada médico presenta sus casos previamente diagnosticados, para que el doctor Brugada pueda confirmar el diagnóstico y ver a cada paciente durante unos minutos para informarle de la intervención.
¿Alguien dijo cansancio? No. Comemos algo y el doctor y su enfermera comienzan a operar por la tarde. No hay tiempo que perder.
Día dos
Estamos en África. “No corras, que tenemos tiempo”, pero nosotros puntuales en el hospital a las 9:00. Hoy empezamos con 3 “mininos”: Florindo, de 9 meses, Geovana, de 14 meses, y Lucenia, de 9 años. En el caso del bebé Florindo no se detecta ninguna arritmia, posiblemente por haber estado con medicación, y por lo tanto no se puede hacer la ablación de la arritmia. Habrá que esperar y ver su evolución en los próximos meses para saber el motivo de su corazón dilatado.
Su médico, un joven mozambiqueño que desborda pasión, nos explica que el paciente vive en una zona rural profunda en el norte de Mozambique. Una zona, además, en la que existe un conflicto armado, por lo que solo pueden desplazarse en coche una vez tienen todos los permisos firmados y pueden conseguir gasolina. Es tan difícil la movilidad que en el caso de que tenga que volver a Maputo tendrá que avisarles con 3 meses mínimo de antelación para que consigan llegar. Y tendrá que volver si quiere salvar su vida. Estamos en África.
La segunda peque se llama Geovana Iris, y en este caso presenta una arritmia clara que el doctor Brugada consigue quemar. Su ritmo cardiaco baja a 100 en unos segundos y en unos 2 meses su corazón volverá a la normalidad.
Después le toca el turno a Lucerna, de 9 años. Solo tiene anestesia local y a veces llora un poquito. Al terminar la operación vuelve a aparecer la arritmia, y hay que volver a intervenir inmediatamente. En el fondo es una suerte, ya que si hubiera sido unos días más tarde ya el doctor no podría haber hecho nada.
A pesar de todo, siguen las sonrisas. Estamos en África.
Día 3
Hoy es sábado y el doctor, la enfermera Mariona y el personal de ICOR seguirán trabajando. Las intervenciones van muy bien y sin complicaciones, así que acabamos antes de lo esperado. Finalmente son 21 los pacientes tratados quirúrgicamente, más algunas consultas médicas que no precisan intervención. Hoy es día de despedidas, sonrisas y gratitud.
Día 4
Llegamos al hospital central de Maputo. Ya no hay tantas sonrisas y enseguida te das cuenta de la falta de medios. Es como si tomáramos un gran hospital español construido en los años 50 y lo dejásemos inmóvil en el tiempo, sin tocar absolutamente nada en los últimos 70 años.
El recinto hospitalario cuenta con varias edificaciones bajas de no más de tres plantas, totalmente destartaladas por dentro y por fuera. Incluso conservan en mitad del recinto dos edificios de la época colonial sin uso, cayéndose a pedazos.
La mayoría de las habitaciones, algunas sin ventanas para permitir el paso del aire, son de seis pacientes. El quirófano de cardiología es una agradable sorpresa. El aparataje es moderno y además es muy amplio, pero ahí se acaban las cosas agradables. Debido a la falta de medios, concretamente en cardiología, los médicos no han podido diagnosticar los casos y parece que solo se podrá intervenir a 10 pacientes. El doctor calcula que debe de haber no solo cientos, sino miles de casos ahí fuera con esta dolencia cardiaca.
El sentimiento generalizado es de impotencia, de que se hace lo que se puede, pero de que todavía se podría hacer mucho más. Es un problema estructural. ¿Por dónde empezar a cambiar y construir tantas cosas por hacer?
Casi sin darme cuenta llega el momento de las despedidas, es muy difícil dejar todo atrás. “África te cambia para siempre como ningún otro lugar en la tierra. Una vez que has estado ahí, nunca volverás a ser el mismo” Brian Jackman. Cuánta verdad hay en estas palabras.
Han sido unos días de experiencias únicas, pero conocer la situación política y social de Mozambique, y de la mayoría de los países de África, es algo abrumador. Todos reconocen vivir en un país pobre, donde la corrupción asfixia a una población joven, con gran dignidad, pero escaso futuro.
Es muy difícil dejar todo atrás, y en mi cabeza aparecen las imágenes de las personas que he tenido la gran suerte de conocer en este viaje: - Francis de “Amigos de Mozambique”, toda una vida dedicada a ayudar a los demás. - Alexandre, su sucesor en la ingente e inagotable labor de llevar algo de esperanza a la población rural. - Todo el personal de los hospitales, desde las cocineras, a enfermeros/as, medico/as y pacientes. - Beatriz, directora del Instituto del Corazón, un oasis en mitad del desierto. - El conductor Seremanji, que nos ha ido acompañando paciente en nuestras peripecias. - El doctor Brugada y la enfermera Mariona, auténticos profesionales que por quinto año dedican una parte de sus ocupadas agendas a trabajar sin descanso de manera altruista.
Es muy difícil dejar todo atrás y en mi cabeza van surgiendo ideas de cómo volver, de qué hacer, qué cambiar. Gracias a AXA España y AXA de Todo Corazón, Pilar Pérez e Ignacio Lerga por esta oportunidad.
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