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Penitentes: Hombres de fuego
Por José Millán Villanueva, director de la Cátedra AXA de Prevención de Riesgos.
Según la civilización griega o la religión católica, un penitente se entiende como un personaje religioso que, vestido con túnica y con un cirio encendido, procesiona en Semana Santa para limpiar sus pecados.
El título de estas líneas puede hacer pensar al lector que este texto trata de abordar la figura que acabamos de describir, sin embargo, no se trata de ella.
En esta ocasión, nos referimos a los penitentes como personajes que entraban a las minas de carbón para quemar las bolsas de gas grisú, existentes en sus galerías, antes de que entrasen los mineros y proteger así la vida de estos. Por su labor, recibían nombres como fireman (hombre de fuego) en Inglaterra, donde hay datos más remotos de su existencia, cannoniers (cañoneros) en Francia, o penitente en España y singularmente nazareno en nuestras minas del sur.
La literatura ha dado buena fe de ellos en obras de autores tan destacados como Julio Verne en Las Indias negras o Émili Zola en su novela Germinal. De esta forma, el penitente solía entrar en la mina envuelto en un sayal o túnica y una capucha que cubría toda su cara, salvo los ojos. Portando una larga antorcha en la mano, gateaba o se desplazaba encorvado, según el tamaño de la galería, y extendía su brazo al máximo si encontraba una bolsa de grisú, por miedo a la intensidad de la explosión, que podía acabar con su vida.
No hay certeza de si se trata, o no, de un mito, que los penitentes fueran reos que buscaban desprenderse de sus condenas realizando esta labor, como se ha escrito en más de una ocasión. Cabe la posibilidad de que fueran mineros, bohemios o aventureros de avanzada edad, que necesitaban un modo de subsistencia, aunque lo más probable es que se tratase de mineros experimentados que arriesgaban su salud voluntariamente para multiplicar su salario.
Sea como fuere, el único dato que parece irrefutable es que la cifra de muertes era tan elevada que, durante la segunda mitad del siglo XIX, los países fueron prohibiendo la existencia de esta práctica y, por consiguiente, de la figura del penitente, aunque no siempre con éxito.
Desde 1855 las explosiones por grisú en las minas dejaron de ser un problema a raíz de que el químico británico Sir Humphry Davy presentara una lámpara de seguridad, cuyo fundamento consistía en impedir que el calor desprendido por la llama inflamase el gas; pero ni su comercialización fue inmediata, ni la variedad de explotaciones y su lejanía geográfica universalizaron el uso de la lámpara Davy.
Con motivo del Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo, que tiene lugar cada 28 de abril, Fundación AXA acaba de celebrar una Jornada de Prevención en la localidad leonesa de Sabero, donde se ubica el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León, y ha hecho entrega al Museo de una figura del penitente minero a escala real.
Paradógicamente, en este museo se encuentra una de las mejores colecciones de lámparas de seguridad minera. La figura a tamaño real del penitente, simboliza la huella de que, en la cuenca minera de Sabero, la siniestralidad laboral está considerada como historia.
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